Séptimo grado A y B, escucharon la lectura de un cuento del libro La torre de Cubos, "La planta de Bartolo" de Laura Devetach , prohibido por la dictadura militar argentina (1976-1983).
Compartimos un artículo de Sandra Comino de la Revista Latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil N°11, editada por Fundalectura, Sección Colombiana de IBBY; Bogotá, enero-junio de 2000 y publicado por la Revista Imaginaria.
Durante la época del gobierno militar argentino, dentro del Ministerio de Educación había una "Comisión de textos" que realizaba "listas de libros recomendados" y censuraba aquellos que consideraba peligrosos. En 1978 un decreto emitido por el Ministerio de Educación y Justicia de la provincia de Santa Fe prohibió La torre de cubos, libro de cuentos de Laura Devetach, por considerarlo de "ilimitada fantasía".
Por fortuna, el libro sobrevivió y no sólo ese, otros. Hicieron de todo para exterminar la cultura; prohibieron los textos que hablaban de libertad, ingresaron armados hasta los dientes en muchas editoriales y las clausuraban, hicieron fogatas con las obras que consideraban peligrosas; quisieron aniquilar la creación; sin embargo no pudieron.
El miedo a los libros no es nuevo, ni exclusivo del siglo XX. ¿O no se decía que al Quijote de tanto leer y poco dormir se le había secado el cerebro y por aquella razón había perdido el juicio? Será por eso que en mi país (dice el prestigioso ensayista Cristian Ferrer), un viejo proverbio, que sobrevive desde los años cincuenta, dice que "Los libros no muerden". Y me pregunto, ¿no muerden? Y recuerdo que de niña oí decir en el colegio: "Lean que los libros no muerden." Y me pregunto: un cuento como La planta de Bartolo de Laura Devetach, que asustó a quienes estaban en el poder, ¿no será que muerde?
"El buen Bartolo sembró un día un hermoso cuaderno en un macetón. Lo regó, lo puso al calor del sol, y cuando menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó una planta tiernita con hojas de todos colores.
"Pronto la plantita comenzó a dar cuadernos. Eran cuadernos hermosísimos, como esos que gustan a los chicos. De tapas duras con muchas hojas muy blancas que invitaban a hacer sumas y restas y dibujitos.
"Bartolo palmoteó siete veces de contento y dijo:
"—Ahora, ¡todos los chicos tendrán cuadernos!
"¡Pobrecitos los chicos del pueblo! Estaban tan caros los cuadernos que las mamás, en lugar de alegrarse porque escribían mucho y los iban terminando, se enojaban y les decían:
"—¡Ya terminaste otro cuaderno! ¡Con lo que valen!
"Y los pobres chicos no sabían qué hacer.
"Bartolo salió a la calle y haciendo bocina con sus enormes manos de tierra gritó:
"—¡Chicos!, ¡tengo cuadernos, cuadernos lindos para todos! ¡El que quiera cuadernos nuevos que venga a ver mi planta de cuadernos!"
Este párrafo, como el resto del libro, les dio miedo a personas vinculadas con el poder. Y fue sacado de circulación.
Primer motivo para pensar que los libros muerden.